Hospedarse en el Hotel Arcé es un destino en sí, esta Casa concentra un patrimonio a la vez histórico, culinario y natural característico del País Vasco. Uno se para aquí para descubrir una tierra local y suele volver dada la calurosa acogida familiar de los propietarios y especialmente para el auténtico remanso de paz que se le ofrece.
En el hotel se encuentran objetos cargados de historias, muebles de familia, un ambiente acogedor para sentirse como en casa.
Aquí no es la carretera la que rodea el hotel es el agua de la Nive de Urepel y las montañas. Los momentos de relajo tendrán lugar a su vez en la terraza bajo la sombra de plátanos centenarios que plantó Octavie, los pies a orillas del rio o también al borde de la piscina. Todo está organizado para garantizar un “retorno a las fuentes” en la serenidad de la naturaleza.
La inmersión en la cultura de la región empieza con el desayuno que propone unos platos típicos, jamón del lugar, cuajada de oveja, pastel vasco… La mermelada es casera y los productos vienen de circuitos cortos. Todo esto servido en el ambiente relajante de la terraza o de la veranda, mecido por el murmullo del río.
La fama de la Casa se hizo a lo largo de siglo y medio. Al principio, en 1864, “Au bon vin du Pays » era un modesto café sito entre unas montañas vascuences que de café se convirtió unos años más tardes en un albergue que acogía a peregrinos y merchantes. Han pasado unas décadas y la tradición sigue siendo la esencia de esta vivienda.
La “Maison Arcé” se caracteriza por la preservación y la transmisión de un patrimonio material (este café se ha convertido en un hotel familiar) e inmaterial (recetas y “savoir-faire” culinario). Desde 1864, cada generación enriqueció y adaptó el hotel a las necesidades de la época asegurando su perennidad. A lo largo de las décadas una sólida institución se edificó. Ahora les toca a los niños de Pascal y Christine, 6ª generación, escribir la historia de la Casa.